Todos
nosotros creemos en algo, pero casi nunca hemos cuestionado la validez de
nuestras creencias. No lo hacemos talvez porque solo el hecho de cuestionarlas
descreditarían a las mismas y lo que es peor aun a quienes nos impulsaron a
creerlas.
En política tenemos un tendencia y creemos que
es la mejor, sin embargo no cuestionamos si lo hacemos solo por el marketing
empleado por un partido y no vemos los verdaderos intereses de quienes están
detrás de una campaña política. No vemos la objetividad de las propuestas ni
las implicaciones a largo plazo de las decisiones de quienes fueron merecedores
de nuestros votos para llegar al poder.
En lo
económico creemos que debemos prepararnos por casi por 25 años de nuestras vidas
en obtener una profesión, para mas tarde conseguir un trabajo al cual le
dedicaremos el resto de nuestra vida útil para finalmente gozar de un merecido
retiro, si aun tenemos la suerte de gozar de buena salud para entonces. No
vemos otro camino porque las generaciones que nos antecedieron establecieron
este sistema como la única forma de “ganarse la vida” y de cumplir un objetivo
con la sociedad, pero no con el individuo.
Y
todos, o al menos la gran mayoría (más del 90% de la población) tiene una
creencia religiosa, la misma que ha sido hereda de generaciones anteriores y
que ahora incluso son reconocidas por la sociedad como instituciones respetables
y jerárquicas cuya única función es administrar la fe de sus seguidores. En
este caso también somos “invitados” a creer en una determinada religión por quienes
ya venían creyendo en ellas o simplemente por que buscamos la que más se adapte
a nuestras necesidades de fe.
En
todos estos casos y en muchos otros, la mayoría de nosotros no nos hemos
preocupado en cuestionar la calidad y veracidad de lo que creemos, simplemente
lo aceptamos como una verdad única y creemos ciegamente en quienes nos invitan
a unirnos a ellos por qué talvez también creemos que ellos no pueden estar equivocados,
pero que tal que sí lo están.
Por qué
no somos lo suficientemente maduros para aceptar que muchas cosas en el mundo
están equivocadas y no somos más que víctimas inocentes de las creencias y de
los sistemas que se han formado en torno a ellas, sistemas que lo único que han
hecho es aprovecharse de la ingenuidad de la mayoría para mantener un status quo
generación tras generación.
Que tal
si ahora empezamos a cuestionar todo?, creo que muchos nos odiarían por eso, no
dioses ni ángeles, si no otros humanos porque simplemente dejaríamos de creer
en ellos.
PJ
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